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      Lo llamaban “El Miseria” y así era él: tenía la necesidad de amigos nuevos porque nadie lo soportaba; una de las últimas amistades que tuvo le dijo que se reunirían a comer un asado, pero éste no había cobrado aún el sueldo, de todas maneras estuvieron de acuerdo en invitarlo y que pagase su parte cuando cobrase.  El mismo día de cobro se presentó a abonar su deuda.  Tipo puntual pensaron todos en el club.

     -¡Son diez pesos! ¿Por qué me das ocho? – dijo el organizador

     -Yo no comí chorizo – contestó.

     Al retirarse de la reunión, utilizó la tarde y fue hasta la peluquería, aprovechando que era luna menguante, así no le crecía tanto el cabello. El peluquero al verlo le advirtió que llevaba la cremallera de la bragueta abierta, y éste respondió displicente, que la llevaba a propósito para que no se le gaste el cierre - la bajaba en la primer orinada.

     Pasaron algunos meses y alguien se compadeció y lo invitó al próximo encuentro, pero para no tener sorpresas desagradables ni tener que discutir por dinero entre compañeros, le cobraron por anticipado. Esa noche al finalizar la comida, sacó de su bolsillo una bolsa grande de nylon, negra de consorcio y colocó en ella lo que sobró del  asado.

     -¿Qué estás haciendo? – lo increpó el organizador.

     -Llevo para el perro – respondió.

     -¿Medio costillar para un chihuahua? – preguntó éste.


     Nunca más se lo vio en las cenas de amigos.-

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