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     Pancho cobró la quincena, pero para el día diez el dinero se había acabado, por eso su mujer hasta el próximo cobro mentía; ponía un solo plato a la mesa, servía el alimento y comenzaba a dar vueltas y vueltas, haciendo que hacía algo sin hacer nada, y continuaba buscando excusas para no acompañarlo en la comida.  Luego del último bocado de Pancho, retiraba el plato, lo acariciaba con un pellizco de pan y lo comía con disimulo.  Abrazados los sorprendía el alba.-

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