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     Había una vez una señora que se llamaba Antonia y su hija de nombre Sandra, que viajaban en avión desde Córdoba a Buenos Aires para visitar a una tía que cumplía años.
     -¡Su atención por favor!, deben abrocharse los cinturones, en minutos aterrizaremos dijo la voz de la azafata por el parlante.
     -Mami tengo miedo – dijo Sandra.
La mamá la abrazó fuerte fuerte, y para que no pensara en el aterrizaje, comenzó a contar una historia, como las que le contaba antes de dormir:

     -Resulta que un día, un señor que se llamaba Manuel regresaba a su casa cansado de trabajar, se lavó la cara y las manos; luego merendó chocolatada y vainillas. Más tarde quiso disfrutar de la música y para ello retiró del ropero un saxofón, su instrumento preferido.

       -Mami ¿qué es un saxofón?
       -El saxofón viene a ser como una corneta torcida que tiene agujeritos cubiertos por tapitas.

… pues bien entonces digitó sus teclas, mojó con sus labios la boquilla, infló sus cachetes y…


mojó con sus labios la boquilla, infló sus cachetes y sopló, pero la música no salió, en  lugar de ello se escuchó un grito. Manuel se asustó, y creyendo que alguien gritaba desde la calle miró por la ventana, pero no vio a nadie; luego pensó que el grito podría venir desde la puerta de entrada, corrió hacia ella y la abrió, pero no encontró a nadie;  entonces tomó nuevamente el instrumento de viento y…

…bien continuamos… infló sus cachetes y sopló, pero tampoco salió el sonido, en su lugar se escuchó otro alarido chillón. Entonces, Manuel escuchó con atención y descubrió que provenía desde el interior del instrumento; lo sacudió varias veces,  luego miró a través de la campana; así se llama la parte más ancha del saxo, por donde salen los sonidos.  En ese momento se asustó porque escuchó mas gritos que decían: “¡Basta!, ¡Basta!, dejame dormir”. 

Y de pronto salió de adentro del saxofón un cobayo blanco con orejas negras y una patita marrón; se asomó sujetándose con sus pequeñas manitos del borde ancho por donde sale la música, y se quedó mirando muy enojado a Manuel.  El motivo que tenía éste pequeñín para vivir dentro del saxofón, era que se encontraba solo. Al verse reflejado en el metal brilloso de aquel instrumento musical, le parecía que había otro cobayo, se sentía acompañado; entonces Manuel que quería mucho a los animalitos buscó una solución.

 Le hizo una cama con una cajita, luego cortó unos trapitos para utilizarlos de frazada, y lo colocó todo sobre  la mesita de luz junto a él; después fue al costurero y trajo un dedal para que su nuevo amigo tomara  la leche.  Y todos los días cuando Manuel iba al trabajo ponía al cobayo en el bolsillo del abrigo y lo llevaba a la oficina; de esa manera estaban siempre juntos y podían conversar; después al volver a casa tocaban música y cantaban, y fueron amigos para siempre.

     -Mami ¿con qué tocaba música el cobayo?
     -Resulta que Manuel le había fabricado una flauta con la bombilla del mate.
     -Mami ¿puedo tener yo también un cobayo?
     -¡Sí!... pero hay que cuidarlo, darle de comer, y quererlo mucho – contestó la mamá.

     -Sandra ni siquiera se dio cuenta que el avión había aterrizado.  A la salida del aeroparque tomaron un taxi hasta la casa de tía Catalina, era su cumpleaños y las esperaba con tortas.-

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