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    En un primer momento se creyó que se trataba de un cura, porque vestía traje de calle y cuello clerical, pero venía acompañado con una de las chicas del burdel; eso llamó la atención de aquellos que conocían a la señorita. Y el chismes no tardó en circular entre los croupiers: - “se juega el dinero de la limosna“.  Pero las personas que se dedicaban a mirar con reprobación, al observar con detenimiento se dieron cuenta que no era cura, se trataba de un punga. Un artista por su habilidad con el disfraz.  De repente se mezcló entre los apostadores, se quitó el cuello que lo distinguía, y el saco de color negro. Era reversible. Con notable destreza y velocidad lo transformo a cuadros, de color azul y gris. Más tarde se mezcló otra vez entre el público, pero en ese instante con bigotes. En otro momento lo hizo sin el bigote pero con anteojos; minutos más tarde cambió de mesa,  había divisado una nueva víctima.

    En una de esas huídas correteando entre el público, con el botín oculto en sus manos y al tratar de realizar otro cambio de personaje, algo se le cayó y no se detuvo a tomarlo. De pronto los apostadores comenzaron a gritar con desesperación, la psicosis se apoderó de la gente, que corría de aquí para allá, muchos creyeron que era una rata, otros hablaban de un monstruo peludo; al cabo de cinco minutos la bestia fue capturada por el escuadrón de bomberos.  Para esto el punguista corría hacia la salida, tenía la cabeza rapada.  Resultó  que en unas de esas entradas y salidas de la escena delictiva llevando lo robado oculto en sus manos, y al tratar de realizar otro cambio de apariencia, ese algo que perdiera resultó ser una peluca.-

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